El síndrome de ojo seco o sequedad ocular es una enfermedad muy común en las consultas de oftalmología. La causa y el tipo de afectación puede ser muy variada y su tratamiento se debe abordar desde una perspectiva amplia. Esta enfermedad causa gran malestar en los pacientes y a veces se considera un “problema menor” cuando en general no lo es y puede tener consecuencias muy negativas en la calidad de vida del paciente.
Actualmente existen multitud de tratamientos para ello, desde la simple aplicación de lubricantes oculares tipo colirio o pomada, a medicaciones que se toman por vía oral e incluso soluciones elaboradas con la propia sangre del paciente (plasma enriquecido en plaquetas o suero autólogo).
El ojo seco no es sólo un problema de irritación, es una enfermedad de la superficie ocular multifactorial, progresiva, crónica y que causa disconfort, visión borrosa e inestabilidad de la película lagrimal y con ello un daño de la superficie ocular. Entre sus síntomas más frecuentes podemos destacar la irritación ocular, sensación de cuerpo extraño, inflamación de la superficie ocular, ojo rojo, lagrimeo, fotosensibilidad y visión borrosa o fluctuante.
Otro aspecto muy importante es la relación entre la sintomatología y la situación ambiental. Por ejemplo, no tenemos las mismas condiciones de humedad en una localidad costera como Santa Pola, Guardamar o Alicante en comparación con localidades de interior como Aspe, Crevillente o Elche. En localidades con mucho viento y con ambiente más seco, es más frecuente la sequedad ocular de tipo “evaporativa” (por la pérdida de lágrima por efecto del aire).
Por todo ello, debemos estudiar a cada paciente en particular y recordar que el problema puede estar en el borde palpebral, la córnea, la conjuntiva, la película lagrimal, etc. y considerar el tratamiento de cada una de sus causas.